Caja china
Luis Estrada se ha hecho un nombre por medio de películas de
sátira política, desde La Ley de Herodes
(que fue toda una revelación en su tiempo por ir abiertamente en contra del PRI),
hasta El Infierno. Ahora nos llega su
más reciente película La Dictadura
Perfecta, que trata sobre la manipulación de la información y la imagen
pública por parte de las televisoras (en especial Televisa).
La trama no es complicada, el Presidente de la República
Mexicana mete la pata en una reunión con un embajador de Estados Unidos (en una
escena hilarante), el Sr. Presidente contacta a la televisora T.V. M.X.,
quiénes inician una operación llamada “la caja china”, esto básicamente
consiste en buscar una noticia, algún escándalo que distraiga la atención del
público sobre lo que en realidad está sucediendo, hasta que quede en el olvido.
Para mala suerte del gobernador Carmelo Vargas, el escándalo
para tapar el desliz del Presidente, es el suyo: un video dónde se muestra al
gober, recibiendo dinero por parte de un narcotraficante conocido como el
Mazacote (en una clara referencia al caso Bejarano).
Al ver como el pueblo se le empieza a echar encima, decide
contactar a la televisora para “convencerlos” (sobornarlos) de que dejen de
agrandar el escándalo, pero termina por contratar sus servicios para que “mejoren
su imagen”.
La película hace un buen trabajo al mostrarnos como se puede
manipular la opinión pública por medio de la televisión, y en especial los
noticieros. Estrada nos demuestra como todos, desde la patrona a la sirvienta,
los políticos y hasta los secuestradores, todos vemos lo mismo, las mismas
telenovelas malísimas, el mismo noticiero, y ayuda a demostrar el poder que
tiene éste medio, en especial en países como México, dónde las opciones son
limitadísimas debido a la existencia de monopolios legales.
Las actuaciones, por otro lado, son inconsistentes, Damián
Alcázar (actor fetiche de Estrada) interpreta al gobernador Vargas, Alcázar es
un gran actor, pero aquí sobreactúa en algunas escenas, convirtiendo en su
personaje en una caricatura a ratos, sin embargo, en otras escenas es
completamente acertado, y su constante grito de insultos legendarios son motivo
de muchas de las risas en La Dictadura
Perfecta. Alfonso Herrera conforma la otra parte de la trama como Carlos Rojo,
un joven productor de TV MX encargado de mejorar la imagen del gober Vargas, su
papel es importantísimo para la trama, pero desafortunadamente es también
inconsistente, no es mal actor, pero en unas escenas, particularmente al inicio
se siente un tanto acartonado. El resto del elenco es atinado, pero, vale la
pena comentar que el único que en realidad decepciona es Arath de la Torre,
quien tiene una escena vital y se queda corto. Cosío, por su parte entrega el
personaje más empático de la película y su arco narrativo es de los puntos
altos de la película. También sobresale Tony Dalton como el jefe de Carlos
Rojo, quien sobretodo es un hombre de negocios. Y quizá la más grata sorpresa
sea Sergio Mayer como el Presidente, una mezcla de Peña Nieto y Fox, tiene
pocos minutos en pantalla y aprovecha cada uno de ellos.
La película, también es inconsistente, inicio de buena
forma, con mucha fluidez y un ritmo acelerado, al ritmo de Rossini,
lamentablemente, la película se estanca una vez que la trama es puesta en
marcha y hay un buen pedazo de tiempo donde nada interesante está pasando, las
risas disminuyen y el drama no incrementa, una vez pasado este bache la película
remonta mientras llega a su conclusión.
Y otro de los problemas que tiene la película, es uno con el
que cargan todas las películas de Luis Estrada, y es que desprecia tanto a sus
personajes que es casi imposible que la audiencia se conecte con ellos, y si no
te conectas con los personajes es más difícil que te interese lo que está
sucediendo en pantalla. Aquí, este problema se ve disminuido, Estrada al menos
siente algo de empatía o compasión por el líder de la oposición (Joaquín Cosío)
y Carlos Rojo (Alfonso Herrera).
Además de esto, Estrada siempre ha batallado en darle
personalidades, más allá de los símbolos que representan. Nunca ha sido un
director sutil, pero la verdad no tengo problema con eso, el problema es que
sus personajes en esta película carecen de motivaciones concretas, ¿Por qué el
gobernador quiere ser presidente? ¿Qué es lo que mueve a Carlos a seguir con su
trabajo mientras las situaciones en las que se ve involucrado se vuelven más y
más violentas? Los villanos más interesantes y los más aterradores son aquellos
con quienes podemos identificarnos, si podemos ver una parte de nosotros en
esta persona despreciable, el personaje se vuelve más efectivo, y más aterrador
para la audiencia.
A pesar de estos problemas, la película es disfrutable, es
constantemente graciosa (aunque se estanca un poco en su segundo acto), la
trama es entretenida, aunque el ritmo al cual se desarrolla se hubiera
beneficiado de ser más acelerado. Las actuaciones, a pesar de algunos elementos
inconsistentes, son sólidas, la dirección y en especial la elección musical son
bastante atinadas. Y si son fans o han disfrutado de las películas de Luis
Estrada esta es quizá su más efectiva desde La
Ley de Herodes, pero si no disfrutan de su estilo quizá esta no sea la
película que los convenza.
Estrada hace un trabajo noble y valiente al crear una
película que pretenda crear consciencia sobre las manipulaciones realizadas por
las televisoras en México y denunciar el claro mal uso que han hecho con el
poder que tienen, en la película mueven gente como piezas de ajedrez, todo lo
que aparece en televisión es tomado como verdad irrefutable por parte de la
audiencia. Pero el error fundamental que comete Estrada es nunca tomarse el
momento para preguntarse: ¿Qué es lo que dice eso de nosotros?
*** TRES ESTRELLAS
*** TRES ESTRELLAS
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