viernes, 28 de noviembre de 2014

RELATOS DE VESPIRIA: PERROS BRAVOS





Razo y Apodaca continúan con la investigación en el tercer relato, si no han leído los primeros, lo pueden hacer en los siguientes enlaces: http://tiempostmoderno.blogspot.mx/2014/10/relatos-de-vespiria.html

PERROS BRAVOS
POR ISAÍAS LEMUS ALDANA

La señora seguía llorando, repasando su rostro con sus manos, secando las lágrimas que escapaban de sus ojos. Apodaca la miraba en silencio, mientras el esposo trataba de tranquilizar a la pobre alma desolada.

Razo se encontraba afuera, había encendido un cigarro que sostenían en su boca, aún sin encender, ésta era una de las partes que más detestaba de su trabajo: tener que llevar las malas noticias. Había visto a tantas personas romper en llanto en su cara que ya había perdido la cuenta, sin embargo, a pesar de todos los años, a pesar de todas las familias desgarradas que había visto, le seguía afectando, todavía le molestaba que aún no se acostumbrara, y luego pensaba que quizá nunca lo haría.

Se encontraba de pie en el portal de la casa, cuando decidió prender su cigarro, y contempló el cielo nublado y las fuertes corrientes de viento, frías, transportando pequeñas partículas de polvo, basura y hojas caídas de los árboles. Miró a su alrededor y observó las casas del coto dónde se encontraban, uno de esos lugares costosos, para gente acaudalada, todas las casas similares, de colores pasteles, el pasto podado a la misma altura, cada una un reflejo de la anterior, repitiéndose hasta el infinito.

La casa en cuya entrada se encontraba, estaba toda pintada de blanco, con tejas color rojo oscuro, y un portal con un arco, blanco también. El pasto era verde intenso, el jardín, aunque pequeño, se encontraba impecablemente decorado, rosas blancas lo adornaban. Del lado derecho, un inmenso arbusto se levantaba en forma de barda, una solución elegante para mantener la separación entre vecinos.
De repente, Razo escuchó un ruido cerca del arbusto, un pequeño asomó su cabeza. “Hola” Razo saludo amablemente. El niño asintió con la cabeza.
“¿Cómo te llamas?” preguntó Razo, aventando el humo de su cigarro en dirección opuesta a dónde se encontraba el niño. “Rodrigo” respondió a secas éste, “¿es en serio?” continuó el pequeño, Razo no había entendido la pregunta. El niño, prosiguió: “¿Es cierto que mi hermana está muerta?”. Rodrigo era el hermano menor de Alicia, había estado oculto, en el piso de arriba, escuchando las malas noticias desde las escaleras.
Razo bajó su mirada, concentrándose en su zapatos, parece ser que no evitaría por completo entregar malas noticias “Me temo que sí, ¿porqué no vas adentro, con tus padres?” dijo Razo, señalando la puerta con su mirada. “Siento que no puedo estar ahí adentro…” dijo el niño viendo fijamente la calle del fraccionamiento. unos segundos de silencio incómodo, Razo no sabía qué decir, por lo que decidió  mejor aprovechar su tiempo: “Muy bien, ya que estás aquí, ¿cómo es tu padre con ustedes? ¿Alguna vez se comportó extraño?” Razo se sintió un poco mal de estar interrogando a un niño, en el que era probablemente uno de los peores días de su vida “Pues… como todo papá… supongo…” contestó inocentemente el pequeño Rodrigo. “¿Nunca lo viste haciendo algo raro, algo que te incomodara a ti o a tu hermana?” el interrogatorio seguía.
Rodrigo estaba por contestar, cuando Apodaca salió por la puerta. “Razo, ven ya se calmaron un poco.” Irrumpió el detective “Muy bien, cuídate guiñapo, luego terminamos nuestra plática.” Le dijo al pequeño mientras apagaba el cigarro con sus zapatos, ingresando a la casa.

La señora, María se llamaba, seguía moqueando, pero el llanto parecía haber cesado. “Muy bien señora, ¿está lista para continuar? Nos podemos tomar más tiempo si quiere” con un gesto aceptó, y las preguntas se reanudaron. “Muy bien, ¿dónde nos quedamos? Cierto, Alicia había ido a una fiesta de su escuela para celebrar Halloween, había quedado de verse con este muchacho de su escuela…” “Rafael” dijo la señora. “Les digo que fue ese desgraciado” irrumpió su esposo. “Cálmate gordo, eso no lo sabemos” le decía ella, “¡Cómo de que no!, era un chico muy extraño, y ahora me ha dejado sin mi Alicia.” Una lágrima se escapó de su rostro enrojecido cuando terminaba su oración, “De mi te acuerdas –continuó- él es el culpable.” Cuando dijo esto miró a los detectives, esperando su corroboración. “La investigación apenas inicia, es muy temprano para empezar a señalar culpables, pero sí, Rafael Estrada es uno de los principales sospechosos.” Dijo Razo con firmeza “Vamos a visitar a sus padres, una vez que hayamos terminado aquí, pero nos repartan que sus padres no lo han visto desde el sábado por la noche.” concluyó Apodaca. “¡Ves!, ¿Qué más pruebas necesitan? ¡Arresten al cabrón!” dijo exaltado el señor, estaba desconcertado, “Cómo mencionaba, la investigación está iniciando…” el discurso de Razo se vio violentamente interrumpido por el esposo, “¡¿Por qué su ineptitud no me sorprende?!, ¡claro!, para ustedes es sólo un número más ¿verdad? No fuera su hija, qué los estaría buscando hasta por debajo de las piedras, ¿De qué chingados sirve que pague mis impuestos carajo?” estaba claramente frustrado, desesperado, lleno de ira “Mire, entiendo sus molestias, créame que estamos haciendo todo lo posible para encontrar al asesino de su hija. Pero todavía nos falta descartar a algunos sospechosos, en asuntos como éstos, normalmente son los padres los culpables…” Dijo Apodaca, a punto de perder los estribos. “¡¿Qué dijiste?! Mira a mí nadie me insulta y menos en mi casa.” La situación por poco y se sale de control, si no hubiera sido por la Sra. María, quien de inmediato calmó a su marido, sin duda, atributo obtenido por sus muchos años de matrimonio “Sí gordo, tampoco te pongas así, tu deja que los detectives hagan su trabajo. ¿Porqué no mejor vas al cuarto?” La pobre señora batalló tanto para terminar su oración, estaba por romper en llanto de nuevo. Diego, que era el nombre del esposo, subió hacia su cuarto, dejando un rastro de un millar de insultos. Razo se colocó su sombrero y se puso en pie, “Creo que es mejor que nos retiremos.” Dijo educadamente, “Si saben de cualquier cosa, no duden en contactarnos.” Dijo esto mientras extendía su mano derecha con su tarjeta, la señora la recibió, “Disculpen a mi marido, es… temperamental.” Dijo con un suspiro, “¿Alguna vez se ha portado más temperamental… alguna vez ha explotado?” Indagó Razo, la señora puso la mirada en las escaleras “Muchas veces, pero nunca se ha puesto violento, si a eso se refiere… nunca dañaría a nuestros hijos.” Finalmente contestó. “Una última pregunta, la palabra vespiria ¿le dice algo?” la señora se veía confundida, “No, nunca la había escuchado, ¿porqué?” “Es que, Alicia sostenía una calavera de azúcar cuando la encontramos, en la frente decía vespiria, ¿Está segura que no significa nada? ¿El nombre de algún pariente o mascota querida? Tengo entendido que el lugar donde la hayamos era casa de su madre.” “Así es…” respondió María, “…Alicia y ella eran muy unidas, se entendían, la verdad es que nosotros batallamos mucho con ella, batallábamos –se corrigió- saben, es curioso, saber que ya no la voy a volver a ver, paseándose por aquí, esta noche ya no dormirá en su cuarto, y mañana sólo haré desayuno para tres…” esta vez no pudo terminar, las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos negros, el llanto se reanudaba, “Una disculpa detectives…” “No tiene nada de qué disculparse.” Dijo Apodaca en un tono serio, pero reconfortante. “Si averiguo que significa se los haré saber.” Se despidieron, y se disponían a salir, cuando “Y una última cosa detectives, por favor, prométanme que le van a hacer justicia a mi hija, por favor.” Ambos asintieron con la cabeza, subieron a su carro y partieron.

Apodaca venía conduciendo, “¿Crees que sea cierto… lo que dijo la señora?” preguntó Razo con un tono seco, y la mirada fija en el camino, “¿Qué?” repreguntó Apodaca, algo confundido, “Que si crees que nuestro trabajo sea hacer justicia.” “No…” respondió Apodaca, a secas, “no creo que vayamos a hacer justicia –elaboraba- vamos, tú has visto lo que yo, no estamos aquí para hacer justicia, sólo somos perros bravos puestos tras la pista de una bestia, da gracias a Dios si algún día la encontramos.” Dijo Apodaca, con un tono serio y pesado, mirando el sinuoso camino que tenía en frente. “Bueno, al menos estamos de acuerdo en algo.” concluyó Razo.
Y continuaron el resto de su viaje hacia la casa de Rafael en silencio.

Una vez que habían llegado a su destino, tocaron el timbre, “¡¿Quién?!” preguntó la voz de una mujer desde las entrañas de la casa, “Somos los detectives Razo y Apodaca, ¿podemos hablar con usted un segundo?” dijo Apodaca. Una señora chaparra y de negra cabellera abrió la puerta. “¿Es usted la Sra. Sánchez de Estrada?” preguntó Razo, “Sí” contestó ésta con timidez, “Podemos pasar, venimos a hablar de su hijo.” La señora se puso pálida, se limpió las manos en su delantal de tela, “Sí, por su puesto, disculpen el cochinero, no he aseado en un tiempo.” Tenía los ojos hinchados, se notaba que había estado llorando. Pasaron a la sala, la televisión estaba encendida, en uno de los muebles estaba la foto de un joven, Rafael, con una veladora encendida, llena de oraciones. “Díganme, ¿dónde lo encontraron?” dijo la señora, apagando el televisor, resignada para oír lo peor “Tranquila señora, el paradero de Rafael todavía es incierto, de hecho, venimos a hacerle unas preguntas, ¿de acuerdo?” inició Apodaca, ella asintió con la cabeza “¿Dónde se encontraba Rafael lo noche del primero de noviembre?” preguntó Razo, sacando de uno de los bolsillos de su traje una pluma y una pequeña libreta azul. “El primero de noviembre, ¿te refieres a la noche en que desapareció? Lo fuimos a dejar a una fiesta, por las afueras de la ciudad, se iba a ver con una chica, Alicia…” las historias concordaban “Mire señora, no le vamos a mentir, la situación de Rafael es complicada, Alicia fue encontrada sin vida el pasado dos de noviembre, en un apartamento, tenemos testigos que nos indican que Alicia y Rafael dejaron la fiesta juntos, en el vehículo de ella.” Dijo Razo, “Mire, lo que queremos decir, es que de momento, su hijo es el principal sospechoso en el homicidio de Alicia Ramírez.” La señora se puso pálida, estaba en shock, se quedó inerte con la boca abierta por unos segundos. “¿Cómo pueden decir eso? Mi hijo sería incapaz de hacer algo así.” “Señora, entendemos que esto es difícil, pero para poder descartarlo tenemos que encontrar una prueba de su inocencia, ¿en realidad no sabe dónde está?” preguntó Apodaca, molestando en realidad a la señora, “¿A caso parece qué tengo la más remota idea de dónde se encuentra? ¿Tiene idea de cuánto he sufrido desde qué desapareció? He estado llorando y rezando, pidiendo por un milagro de qué mi hijo esté bien y que regrese a casa, y usted ¿viene y me acusa de estarlo ocultando?” fue un milagro que no los haya corrido de su casa en ese instante, Razo logró calmarla, la sentó y le preparó un té de hierbabuena. Una vez que se había calmado los ánimos, el interrogatorio se reanudó, “Muy bien, empecemos de nuevo…” dijo Razo, “…de momento, el paradero de su hijo es incierto, ¿cierto?” la señora asintió con la cabeza, “tiene idea de a dónde pudo haber ido, la casa de un amigo por ejemplo” “No, mi pequeño Rafa nunca había hecho algo como esto, verá, no tiene muchos amigos, sólo esta chica, Alicia, por eso créanme cuando les digo, él sería incapaz de hacerle algo a esa niña, la adoraba.” “¿Eran novios?” preguntó Razo, poniendo más atención. “No diría novios exactamente, parecían de esas viejas parejas de casados, pasaban mucho tiempo juntos, veían muchas películas, pero nunca los vi tomados de la mano, ni besándose, era una relación extraña, pero mi Rafa sería incapaz de lastimarla, es un caballero, de los pocos que quedan.” Terminó de decir esto la señora, sólo para perderse en la profundidad de su taza de té. “Y su marido ¿dónde se encuentra?” preguntó Apodaca, cuidando cada una de sus palabras. “Está trabajando, es doctor verán, tiene turnos muy extraños.” Contestó la señora, ya más calmada. “Y una última cosa…” añadió Razo, Apodaca torció los ojos porque ya sabía lo que iba a preguntar, francamente estaba harto de escuchar de aquella maldita palabra, “La palabra vespiria, le dice algo a usted.” La señora pensó por un largo tiempo, saboreando la palabra en su lengua, “Me suena, pero no recuerdo dónde la había escuchado, ¿Por qué preguntas?” los ojos de Razo brillaron de emoción, es la primera vez que alguien reconocía la palabra, aunque claro, la señora podía estar confundida. “Verá, Alicia sostenía una calavera de azúcar con esa palabra cuando la encontramos, creo que puede ser una pista.” “Francamente no recuerdo dónde la he escuchado, pero intercambiaban cartas…” “¿Cartas?” preguntaron ambos al unísono. “Sí, cartas, muy a la antigua, muy romántico, deben de estar por algún lugar de su cuarto, quizá les puedan servir.” Ambos asintieron, esto eran buenas noticias, Alicia debería también de tener algunas, Razo se preguntaba porque María no las había mencionada, sin lugar a dudas tendrían que pasar por ellas.

La señora había regresado con las cartas, un bonche considerable. “Muchas gracias señora, y nos aseguraremos que nuestros compañeros hagan su mejor esfuerzo para encontrar a Rafa.” Le dijo Apodaca, aunque no lo decía de verdad, en su corazón estaba seguro que Rafa era el asesino de Alicia y se había dado a la fuga.

Ambos salieron de la casa en rumbo al carro, cuando Apodaca recibió una llamada. “¡¿Qué?! ¿Estás seguro? Muy bien, vamos para allá. Ok, no, dime.” Razo lo miraba mientras se colocaba su sombrero fedora negro, no eran buenas noticias, después de unos segundos parecía evidente, había tenido una sospecha desde hace un tiempo, y parecía estar a punto de confirmarse, “¿Quién era?” preguntó Razo con inquietud “Súbete al carro, te cuento en el trayecto.”

Cuando llegaron a la escena, el sargento Rodríguez acordonaba el área, “Buenas tardes” los saludó, “Rodríguez” le dijo Apodaca, mientras que Razo lo saludó con su sombrero, "espero que no hayan comido todavía" dijo el sargento en lo que se retiraba de la escena. Se acercaron con lentitud al basurero que se encontraba enfrente de ellos, preparándose mentalmente para lo que iban a ver, la sangre se les iba los pies, un escalofrío les recorría por la espalda. Manchas de basura y mugre adornaban al basurero que se encontraba abierto, ambos se asomaron a su interior, la imagen no era nada agradable.
Yacía un cuerpo inerte, con el cuello cortado, y un sinfín de cortadas en el vientre, estaba lleno de moscas, tieso e hinchado, el olor era repugnante, pero lo peor eran sus ojos, no tenía, habían sido removidos. Apodaca y Razo estaban impactados, parecía cumplir con la descripción, era Rafael. Razo miró con tristeza al pobre cadáver en el fondo del bote de basura, tenía una última llamada que hacer ese día, otra mala noticia que dar.

Era de noche ya, María estaba cerrando la puerta de la casa con llave, Rodrigo le pidió si lo arropaba, ella así lo hizo, le besó con fuerza en la frente, le dio una bendición y le apagó la luz. De repente, sintió una fresca brisa, consternada se puso a buscar de dónde venía, no le gustaba tener ventanas abiertas. En cuestión de segundos la había encontrado, provenía del cuarto de Alicia, había una ventana abierta, a María le pareció extraño, no recordaba haberla abierto, pero había sido un día tan terrible que bien podía haberlo olvidado, sin pensar más en ello la cerró con ambas manos, y se quedó en aquel cuarto por un largo rato, recostada sobre la cama de su difunta hija, viendo el techo, ignorando por completo a la figura mezquina que descendía por afuera de aquel cuarto.



Cómo siempre, si les gusta lo que leen no olviden suscribirse y darle like a la página de Facebook en el siguiente enlace:https://www.facebook.com/tiempostmoderno?ref=aymt_homepage_panel

No hay comentarios:

Publicar un comentario