domingo, 1 de abril de 2018

TODOS LOS DÍAS CONTIGO -CUENTO CORTO-



TODOS LOS DÍAS CONTIGO
POR ISAÍAS LEMUS ALDANA

PARA ANA

PRIMERA NOCHE

Estaba sentado en el mismo lugar de siempre, como cada jueves por la noche, el humo de cigarro inundaba la habitación dándole textura a la tenue luz que salía de la triste lámpara que descansaba sobre mi cabeza. Mi cigarrillo se consumía en el cenicero cuando iba en la tercer cerveza, era una cálida noche de marzo, pronto tendría que abandonar mis chamarras de cuero, pero esta noche todavía aguantaba.

El bar apestaba a cerveza y mezcal derramado, mientras una canción de rock ochentera tocaba en la rockola. Este era un lugar para gente indecente, esposos infieles y mujeres de mala fama ahogando sus pecados en alcohol, pero entre esta multitud una figura sobresalía del resto, como una pieza mal puesta en un rompecabezas, ella, la mujer por la cual todos los jueves por la noche visitaba aquel lugar desde hace un año. Aquella dama, siempre arreglada y elegante, su vestimenta era humilde, pero su porte la distinguía del resto, una mujer de tez blanca y cabello corto y negro, entre su negra cabellera se asomaban ligeros mechones blancos, testigos de su edad, vestía una chamarra café y una blusa rojo brillante. Bebía una copa de vino tinto, siempre se sentaba en el taburete que da al callejón de afuera, su mirada fija en la ventana, sus ojos color miel absortos en aquel callejón sucio y lleno de basura. Sin embargo, siempre que el reloj marcaba las doce, la mujer salía cual cenicienta hacia la noche.

Desde el momento en qué la vi siempre había estado fascinado con ella, o, mejor dicho, con la historia detrás de ella, ¿Qué traería a una mujer de ese porte a este bar de mala muerte? Sin embargo, y a pesar de mis múltiples intentos de envalentonarme con todo el alcohol del mundo no había podido acercarme a ella. Hasta aquella, la primera noche del primer jueves de marzo, cuando ya no vería la vida de la misma manera.

Pues verán, aquella noche seguí a la mujer cuando había terminado su copa de vino tinto y el reloj marcó la medianoche. Como siempre, pagó dejando una generosa propina, se despidió de la mesera y salió hacia la calle. Señalé a la mesera, pagué la cuenta y seguí a aquella dama hacia la oscuridad de la noche, para mi sorpresa, la mujer se dirigía hacia el callejón que está a un lado del bar. Tomé mis precauciones para no ser descubierto, pero la verdad es que ni siquiera sabía lo que hacía, no quería asustarla, y tampoco sabía que era lo que haría una vez ella llegara a su destino, quizá era el alcohol en mi sangre que me impedía pensar con claridad, pero la seguí, tratando de ser lo más discreto posible. Casi al fondo del callejón, la mujer se detuvo, y volteó a su alrededor, me escondí detrás de un bote de basura para no ser descubierto, pasaron alrededor de cinco segundos cuando no aguanté la curiosidad y levanté mi borracho ser, la mujer ahí estaba viendo la luna, todavía no sé porqué, pero sentía que algo me llamaba a acercarme más, lentamente avancé hacia ella, mis pies temblorosos, no se lo que haría si me viera, ¿Qué le diría?, estaba casi a dos metros de ella, podía oler su perfume cuando un haz luz blanca rodeó a la mujer, un perfecto halo blanco rodeándola, y en cuestión de segundos aquella luz también me rodeó a mí, y lo que sucedió a continuación aún tengo problemas para relatar, pues como defines algo que no tiene comparación en este mundo, sin embargo, haré mi mejor esfuerzo. Era como estar dentro de un arcoíris con todos los colores del mundo y aún aquellos que no existen danzando a nuestro alrededor, volteé hacia atrás y el bar ya no estaba ahí, era como si la realidad se desdoblara en un prisma infinito, como si todo existiera al mismo tiempo, y luego nada, una profunda oscuridad nos rodeó, el tipo de oscuridad que se siente, y en medio de la nada apareció una ventana, que daba a un campo verde, y en medio de ese campo verde estaba la mujer, y algo más, alguien más, ahí estaba una pequeña niña, y la mujer jugaba con esta niña, la cargaba y la sostenía entre sus brazos, y le hacía de cosquillas, no podía escuchar una palabra de lo que decían, pero sentí en ese momento, sentí alegría y felicidad, y fue cuando me di cuenta, la niña era su hija, y la mujer a la que había seguido era su madre, y ahí estuvieron en ese campo verde llenas de alegría, y esa misma felicidad me salpicó, sentí una tremenda felicidad que me llevó al borde de las lágrimas, la mujer y la niña habían terminado de jugar, y se acostaron en el pasto a contemplar el cielo, y pude sentir el pasto rozando sus cráneos, y sus pies, el calor del sol y la brisa del viento, y luego nada, la misma oscuridad había regresado, y volteé a mi alrededor, estaba de regreso en aquel sucio callejón al lado del bar, y ahí estaba la mujer, lágrimas recorriendo su rostro, y me volteó a ver.

Ya no tenía en donde esconderme, pues entre el alcohol y aquella experiencia mi mente estaba revuelta. “Ven” me dijo la mujer, y me llevó de la mano de regreso al bar. Me sentó con calma, con el cuidado que se trata a un lesionado. Pidió dos mezcales, y se sentó en frente de mí, y mientras el mundo daba vueltas a mi alrededor ahí permanecía la mujer como el ancla que detiene al universo. “Por tu mirada supongo que acabas de vivir todo lo que pasó.” Dijo la mujer con calma y claridad. Yo simplemente asentí con la cabeza. Recuperé mi aliento, terminé los dos mezcales de un solo trago, recosté mi cabeza por unos minutos, cerrando y abriendo los ojos, tallándolos hasta que dolió, finalmente me compuse. “¿Qué fue todo eso?” pregunté incrédulo. “La verdad es que eso no sabría decírtelo, ¿Alguna vez has tenido un sueño tan vívido que jurabas que era realidad?” De nueva cuenta, yo asentí con la cabeza. “Pues es más o menos  como eso, como un sueño, o como la memoria de un sueño” “Pero, ¿A caso es real?” pregunté. “Tan real como un recuerdo es real, ese momento que viviste es un recuerdo de mi hija, o más bien, el momento de un recuerdo de mi hija…” “Un recuerdo de tu hija, pero, ¿Cómo es posible?” “Eso tampoco lo sé, solo sé que lo es. Verás, todos los jueves por la noche vengo aquí, y después de la medianoche, si salgo a ese callejón y la luna brilla con intensidad, de alguna forma puedo vivir de nuevo ciertos momentos de mi vida.” Trató de explicarme la dama, pero francamente, mi mente estaba tan revuelta que yo más bien estaba concentrado en no vomitar, aquellos mezcales habían probado ser una mala idea. “Entonces, recapitulando, únicamente los jueves, después de la medianoche, si te paras en el punto exacto en ese callejón y está brillando la luna, puedes ver tus memorias.” Pregunté intentando de hacer sentido de la situación. “Sí, pero no solo veo mis memorias, las vivo de nuevo, es volver a vivir ese momento.” “¿Algo así como viajar en el tiempo?” “Sí, pero no puedo cambiar nada de lo que sucede, únicamente vivo de nuevo el momento, lo siento como si volviera a estar ahí, y todo sucede como sucedió, pero es como si estuviera ocurriendo por primera vez.” “Y ¿Puedes elegir que tan atrás puedes volver?” “No, cómo te decía, son momentos bastante específicos de mi vida, todos parecen estar ligados con mi hija, lo más atrás que he ido, fue su nacimiento.” La mujer se detuvo y clavó su mirada en la mesa donde descansaban su codos. “¿Y ya habías llevado a alguien más contigo?” “No, esta es la primera vez, siempre me lo había preguntado, si era únicamente yo quien podía hacerlo, la primera vez que me ocurrió creí que me había vuelto loca, y como ya te diste cuenta no es nada fácil de explicar a alguien más, entonces se siente bien tener a alguien con quien platicar sobre esto. Dime, ¿Qué fue lo que sentiste?” “No sé siquiera por donde empezar, era como salir de esta realidad, estaba viéndote a ti y a tu hija detrás de una ventana, no podía escuchar nada, pero pude sentir todo…” Y fue en este momento, cuando las lágrimas me volvieron a los ojos, al recordar lo que acababa de vivir. “…fue abrumador.” Concluí. Y así seguimos platicando el resto de la noche, tuve que explicarle porque la había seguido a la mitad de la noche a un callejón detrás de un bar de mala muerte, lo cual fue tan incómodo como suena, pero la experiencia nos había unido, por lo que pasó por alto lo creepy que era esa situación. Le expliqué que era o soy un escritor amateur, y que ella me parecía fascinante y con justa razón, finalmente llegamos a un acuerdo, yo podía acompañarla todos los jueves por la noche durante el mes de marzo, y narraría todo lo que sucediera, algo así como una memoria de sus memorias, el trato era irresistible para mí, aceptaría cualquier oferta con tal de tener la oportunidad de volver a experimentar eso.

SEGUNDA NOCHE

A la siguiente semana ahí estaba la dama bebiendo su copa de vino tinto viendo la ventana que da al callejón. Me senté en frente de ella, pedí una cerveza, charlamos un rato sobre su hija, para entender más el contexto de su vida, pero la mujer era reservada, no revelaba mucha información, cada pregunta casi siempre la respondía con un frío “Ya lo vivirás.” También le pregunté si tenía una idea de a dónde nos llevaría la luna esta noche, y ella me contestó que no, el proceso era puramente aleatorio, la única constante era su hija. Salimos al callejón, nos paramos en el mismo lugar, allí estaba la luna y en instantes ahí estaba la ventana de nuevo, en esta ocasión hacía frío, era una noche de invierno y la mujer esperaba a fuera de su casa, se le veía preocupada, no dejaba de ver su reloj, hasta que unas luces aparecieron en el camino, un viejo Tsuru tinto se estacionó en frente de la casa, las puertas se abrieron y se bajó su hija, quien era ya una adolescente, y venía acompañada de un hombre, el hombre la venía cargando, la hija estaba ten ebria que no podía caminar, yo podía sentir el enojo de su madre, la ira en contra de este hombre anónimo y la misma rabia en contra de su hija. La recibió en brazos y la llevó dentro de su casa, todo se sentía diferente, ya no estaba el calor de la vez anterior, ahora solo había enojo y confusión. La mamá llevó a su hija al baño y ella vomitó, pude sentir el caliente olor del vómito, impregnado a cerveza y tequila, un olor que me era, por desgracia, bastante familiar. Y mientras la mamá sostenía la cabeza de su hija sobre el inodoro y ella vaciaba sus entrañas dentro de este, pude sentir algo más, el enojo se disipaba dando paso a empatía, y cariño. Una vez que la hija había terminado de vomitar, su mamá la llevó en brazos a su habitación, la recostó de lado, le puso una almohada en la espalda para que no girara y le dejó una cubeta, por si tenía que vomitar de nuevo, y dentro del enojo y la ira, y la compasión y el cariño surgieron más emociones, muchas de ellas cuyos nombres ignoro, y todas esas emociones se cruzaron y giraron alrededor de la cabeza de esta madre cansada que por fin regresaba a su cama tranquila, pero con un terrible nudo en el estómago.

Y de nuevo estábamos de regreso en el callejón, esta vez me tuve que sentar, las emociones habían sido demasiadas, y en muy poco tiempo. “¿Estás bien?” la mujer me preguntó con sincera preocupación “Sí, estoy bien, ¿Esto cuando fue?” “Lo que acabas de vivir fue una parte de la adolescencia de mi hija, como ya pudiste darte cuenta, no fue nada fácil, mi esposo, su papá nos abandonó y fueron años muy difíciles para ella, y para mí, siempre la amé, pero te lo juro que había días cuando… días dónde preferiría estar sola.”

TERCERA NOCHE

Era el tercer jueves de marzo, el clima ya me había obligado a dejar mis chamarras de cuero en casa, traía una guayabera verde, y unos jeans, entré al bar y ahí estaba la mujer entre los borrachos de siempre, junto a la misma ventana. Pedí mi habitual cerveza, y la mujer su copa de vino tinto, platicamos tanto que apenas y le dimos tragos a nuestras bebidas, la dama estaba más platicadora que nunca, me contó un poco de su ex marido, así como de su vida, era una contadora, trabajaba para una firma importante, con muchos clientes cuyos apellidos necesitas un diccionario para pronunciar de manera adecuada. El reloj marcó la medianoche y religiosamente salimos a aquel callejón sucio y lleno de basura, pero que ahora me resultaba completamente fascinante. Nos paramos en el mismo lugar de siempre, de nuevo ahí estaba la ventana, ahora había una mesa en medio de un jardín verde, un olor a humo que emanaba de las velas recién apagadas que estaban sobre un pastel de cumpleaños de glaseado blanco con rosa, y de nueva cuenta ahí estaba la mujer en medio de una decena de niños y padres de familia que parecían conversar sobre cosas triviales, también ahí estaba su hija quien acababa de apagar a las velas, los niños reían y corrían alrededor de la mesa, su hija se veía tan feliz, y su mamá también lo estaba, lo pude sentir, así como un profundo orgullo, al ver a su hija como crecía frente a sus ojos, pronto terminaría de ser esa inocente niña que ríe y juega a las traes y se convertiría en aquella adolescente que tantos dolores de cabeza le provocaría, sin embargo en este instante su hija era feliz con un pequeño pedazo de pastel de vainilla con glaseado, y todo tenía sentido en el mundo, la mujer se acercó a su hija y la levantó en brazos, pude sentir su peso sobre los míos, así como el calor de su cuerpo, y la mujer acercó su cara a la de su hija y le plantó un beso en la frente, y de nuevo oscuridad y la fría realidad del callejón, volteé a ver a la mujer quien estaba hecha un llanto, me acerqué a ella y se recargó sobre mi pecho y lloró con fuerza, al punto en que sus lágrimas humedecieron mi camisa, y creí entender el porqué de su tristeza, y así estuvimos un buen rato, ella llorando, yo con mis brazos a su alrededor, y la luna sobre nosotros.

CUARTA NOCHE

Esa vez decidí arreglarme más de lo habitual, me puse una buena camisa, me peiné y hasta loción me puse. Era una noche especial, pues era la última noche en la que iba a acompañar a la mujer por sus recuerdos, ese era el trato, todos los jueves durante el mes de marzo le haría compañía, y este era el último del mes, después de esta noche nuestro trato llegaría a su fin y podría escribir sobre todo lo que había vivido con ella. Francamente estaba nervioso, el mundo ya me era diferente, me costaba discernir entre lo que había vivido personalmente y lo que había vivido a través de la mujer, mi realidad era otra, y hasta la luna era distinta. Con dedos temblorosos abrí la puerta del bar, el familiar olor a cigarro, cerveza y mezcal derramado me pegó en la nariz e inundó mis pulmones, un hombre borracho cantaba a gritos aquella vieja canción que sonaba en la rockola, mientras sus acompañantes se reían de él y otros más se unían a su canto. Y como siempre, ahí estaba la mujer, copa de vino tinto en mano, mirada perdida en la ventana. El mundo parecía moverse en cámara lenta mientras me acercaba a ella, tomé asiento, su mirada se encontró con la mía y sonrió, francamente no recuerdo de lo que hablamos, nuestras bocas se movían, pero no recuerdo sonido alguno, finalmente sonó el reloj, era hora. Caminamos hasta el callejón, volteamos nuestra mirada al cielo, ahí estaba la luna llena brillando radiante, la única testigo de nuestras aventuras a través del tiempo. El halo de luz apareció resplandeciente, y el mundo dejó de ser el mundo y se convirtió en mil mundos más, dónde todo lo que existió y existirá fluía a nuestro alrededor como un río eterno que empieza y termina al mismo tiempo, y de nuevo aquella familiar oscuridad, que se dobló y dio paso a la luz, un luz blanca que brillaba en un cuarto blanco, ahí estaba la mujer, de rodillas en frente de una cama blanca, rodeada de hombres también vestidos de blanco. Los hombres salieron del cuarto uno a uno, y sólo quedó la mujer de rodillas frente a la cama, y sobre esa cama estaba su hija, rodeada de tubos que se insertaban en todo su cuerpo, y solo había frialdad en aquel lugar, lleno de máquinas y aparatos de apariencia siniestra. La mujer sostenía las manos de su hija junto a las suyas, estaban frías, heladas, y la hija volteó su rostro hacia el de su madre, había miedo en sus ojos, el tipo de miedo que un padre no quiere ver nunca en los ojos de sus hijos, y su hija puso su otra mano sobre la de su madre, y su madre besó su mano y la puso contra su mejilla. La madre habló palabras que no pude entender y los ojos de su hija se llenaron de lágrimas, y la hija también habló, una sola palabra fue lo que pronunció, y su madre irrumpió en llanto, y se llevó de nuevo su mano contra su mejilla y sus labios, y yo no me di cuenta, pero también estaba llorando, sentí impotencia y rabia, y después de todo un increíble vacío, mientras el poco calor de la mano de su hija abandonaba su cuerpo y la luz del mismo mundo parecía extinguirse, de nuevo oscuridad.

Y ahora estábamos en el callejón, sólo que esta vez era yo quien rompió en llanto, un mar incontrolable de lágrimas fluyó por mi rostro junto con un terrible grito de impotencia, lloré sin consolación en el regazo de la mujer quien me sostuvo entre sus brazos, la impotencia, desesperación, rabia y finalmente aquel terrible vacío, se habían apoderado de mi corazón. Cesaron mis lágrimas después de un largo rato, y ahí estaba la mujer, sus ojos llorosos, pero tranquila. “Ese fue el día en que mi hija murió.” Dijo en un susurro. “Pero no entiendo, ¿Por qué te haces esto a ti misma? ¿Por qué volver a sufrir? ¿Porqué volver a vivir el dolor?” “A mí también me tomó mucho tiempo comprenderlo, y creo que todavía no lo hago, no en su totalidad. Al principio estaba feliz con solo verla de nuevo, pero después entendí porqué me pasó esto a mí, porqué fui elegida para vivir de nuevo la vida de mi hija, pues verás, para ella todo esto está pasando, y todos los días sufre, y todos los días ama y ríe, y todos los días necesita de su madre, necesita saber que siempre estoy con ella.” Me miró fijamente a los ojos, y pudo ver que yo no entendía. “Descuida…” me dijo con calma y en paz “…es hora de que esto también llegue a su fin, la enfermedad de mi hija, resulta que es hereditaria, la obtuvo de mí…” dijo con lágrimas en los ojos y un voz quebradiza “… es una enfermedad bastante rara puedes vivir toda una vida con ella sin que se manifieste…” suspiró “…y el mes pasado la mía empezó a hacerlo, mi doctor me dio una expectativa de vida de un mes, esa noche fue cuando te conocí.” En ese instante me quedé en shock, todavía no podía procesar lo que acababa de vivir, y ahora me enteraba que esta mujer con la que había compartido tanto estaba por morir. “¿Eres un hombre religioso?” me preguntó, “No.” Le contesté. “Es curioso como funciona el tiempo, ¿No lo crees?, para nosotros es una cosa, y luego vives algo como esto y resulta ser algo completamente distinto, siempre creí que era como un río, eventos que suceden en orden, fluyendo cuesta abajo, y ahora ya no estoy tan segura de eso…” la mujer contempló la luna, y esta se reflejó en sus ojos color miel “… en fin, me gustó compartir estos momento contigo, pero me gustaría pedirte un último favor” “Claro.” “Cuando cuentes lo que pasó, por favor relata todo tal cual lo viviste.”


Y, gracias a eso, es que estoy aquí ante ustedes, contándoles este fantástico relato de las últimas noches en el mundo de una mujer que tuve el honor de conocer, y de la vida que decidió compartir con este pobre borracho. Aún no logro entender lo que todo esto significa, y las imágenes de aquella última noche aún están conmigo, junto con aquel vacío que las acompaña, pero siempre que se hace presente, aquel terrible vacío, me acuerdo de las últimas palabras que le dijo la hija a su madre, aunque nunca pude escuchar nada, sí pude sentirlas, pues mientras la enfermedad se comía su mente y la vida se le escapaba, la hija, haciendo uso de todas sus fuerzas logró decirle a su madre una sola cosa: Gracias.


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