domingo, 3 de junio de 2018

CANCIONES PARA AMANTES CON EL CORAZÓN ROTO -HISTORIA CORTA-





POR ISAÍAS LEMUS ALDANA

El desierto se extendía imponente frente a él, había recorrido ya un millón de kilómetros, y le faltaban un millar más. Sus pies le dolían, su garganta seca, vista cansada, y bañado en sudor. En general, su cuerpo sufría, pero nada le dolía más que el corazón, el cual llevaba en sus manos, roto, hecho trizas, secándose lentamente.

Hacía tiempo que su corazón le había empezado a doler, pero a diferencia del resto de sus aflicciones, esta no era una que se podía curar con algún remedio médico, o con tiempo en reposo, su corazón estaba roto y en agonía, no sabía que hacer. Es ahí donde la ruta de Jonetsu prometía una solución. Jonetsu, un arduo camino a través de un desierto, el cual desemboca en una playa, es una ruta tomada por quienes tienen aflicciones del corazón, llegando al mar, las personas deben arrojar su corazón hacia aquel valle turquesa, a cambio, este los cura, dejando el dolor y las memorias en el olvido, dando paso únicamente hacia la alegría y la felicidad.

Bajó la mirada hacia su corazón, cada vez estaba más seco, y palpitaba con debilidad, debía darse prisa y llegar a la playa, hacia aquel mar que curaría todos sus dolores, y después, felicidad absoluta.

Continuó con su peregrinar bajo el inclemente sol, las memorias de ella lo atacaban ocasionalmente, la felicidad y el calor de su sonrisa brevemente levantaban su espíritu, solo para retornar como un dolor mayor al saber que todo ello había terminado, un dolor que no se podía sacudir con nada del mundo, el dolor que esperaba que el mar se llevara.

Cuando las memorias lo atacaban, se cerraba a ellas, tratando de no pensar en nada, pues no sentir nada es mejor a sentir dolor, pero se había dado cuenta que mientras más lo hacía su corazón se secaba más rápido, esto le preocupaba, había pedazos más pequeños que se habían convertido en polvo, sucumbiendo ante el viento.

Para sacarle mayor provecho al tiempo, ya no descansaba en las noches, él continuaba con su recorrido, corazón en mano, bajo la luz de la luna, cuando el inclemente calor daba paso a un terrible frío, en las gélidas noches debía resguardar su corazón dentro de su abrigo, para que este no se congelara, pero el viento helado era cruel, no había noche en la que no perdiera uno o dos trozos de su corazón.

La mañana de un día que no recordaba, el joven seguía por su recorrido, fue aquí que divisó una extraña figura en el horizonte, a unos cuantos metros de él. La oscura figura estaba encorvada cerca de un cactus. El joven se acercó, desde que había iniciado su travesía no veía a otra persona, y anhelaba conversar con alguien más, aunque fuera por un instante. Finalmente, llegó con aquella figura en medio del desierto, era una mujer, no más grande que él, tenía sus manos extendidas en forma de cuna al igual que él, pero en lugar de sostener su corazón tenía un puñado de polvo, el cual se reducía con cada soplo del viento. La mujer a simple vista parecía normal, pero no tenía dolor en sus ojos, ni alegría. Había una inquietante tranquilidad en su mirada que lo asustó, pues no era paz lo que aquellas perlas azabache escondían, sino un vacío, un abismal vacío, dentro de la mirada de esa mujer estaba la no existencia, lo contrario del ser. La mujer giró su mirada hacia el joven, levantó el pequeño montículo de polvo que sostenía en sus manos, y lo sopló hacia el rostro del joven. Éste tosió, llevando una de sus manos a su rostro, tratando de no dejar caer su corazón hacia el arenoso suelo del desierto. Se limpió lo mejor que pudo, y cuando finalmente recuperó la vista, la mujer se encontraba caminando hacia direcciones desconocidas, ni hacia atrás ni hacia delante, únicamente andaba.

Este encuentro había inquietado al joven, la mirada de aquella mujer lo acosaba en el inmutable silencio del desierto, pero por desgracia, no sería el último peregrino que se encontraría en su recorrido. Mientras más avanzaba, con más gente se topaba, estaban aquellos, que al igual que la mujer habían dejado que su corazón se volviera polvo y abrazaban el no ser, el perfecto consuelo de la nada, se les veía deambular por el desierto como sacos vacíos. Luego estaban a quienes el frío de la noche les había congelado el corazón, y lo único que podían sentir era frío. Finalmente, estaban las personas que se habían rendido por completo, atrapados en el miedo de no sentir nada en absoluto y sentir demasiado, habían abandonado toda esperanza, destruyendo su corazón con sus propias manos, perdiendo su vida en el proceso, sus cuerpos inertes yacían sobre el suelo a lo largo del desierto.

Después de seis días y seis noches de andar por aquel desesperante lugar, el joven estaba dispuesto a rendirse también. Su comida y agua se habían acabado el día anterior, sus pies llenos de llagas, ampollas y cayos, hinchados de tanto andar, no podía dar un paso más, su ropa hecha un harapo, ya no le servía para resguardarlo del hostil clima, y su corazón, o lo que quedaba de él, seco, a punto de volverse polvo. Se hincó ante la luna con el corazón en sus manos, en aquella fría noche la soledad lo atacó peor que nunca, una avalancha de recuerdos inundaron su mente, trató de bloquearlos lo mejor que pudo, pero fue inútil, su corazón empezó a sangrar sobre sus manos. El joven, impotente, se acostó sobre su costado, cuidando su corazón sangrante en sus manos, y se puso en posición fetal, aceptando su destino, esperando a que el frío le congelara el corazón, de cualquier forma estaba perdido, pues estaba seguro que al día siguiente lo tendría hecho polvo.

Así estuvo el joven toda la noche, sin alguna otra compañía más que la fría luz de la luna, y el arrullo del viento.

Fue un sonido el que lo despertó, un sonido que le resultaba familiar, un distante recuerdo de su infancia, una canción grabada en la parte más primitiva de su cerebro… era el romper de las olas del mar en la playa, ¡Lo había logrado! Esa mañana un cielo rosa le daba la bienvenida, tiñendo el mundo en tonos magenta. Se incorporó con dificultad, y con la poca energía que le quedaba corrió hacia la playa que se escondía bajo una ladera. Descendió a trompicones, pero al final ahí estaba, en frente del mar, el imponente desierto magenta que le curaría todos sus males. Llegó prácticamente de rodillas, tomó lo último que quedaba de su corazón, trozos deformes, llenos de sangre coagulada, latiendo débilmente, como un foco a punto de extinguir su luz.

Extendió sus brazos hacia al mar, aprovechó de una ola y con delicadeza lo puso sobre el agua salina, su corazón ardió al primer contacto con ésta, y junto con su corazón también arrojó las memorias de ella, su sonrisa, su mirada, su calor, su dolor... todo esto se lo llevó el mar. Así, el joven vio a su corazón hecho trizas dirigirse hacia la profundidad del mar, ya no sentía dolor, pero no estaba la felicidad que le había sido prometida. Sin embargo, su relativa paz se irrumpió al ver que su corazón volvía, una inmensa ola le golpeó directamente en el pecho, aquel desierto magenta le había regresado su corazón y sus recuerdos. El joven intentó arrojarlos lo más lejos que pudo, con todas las fuerzas que logró reunir, pero era inútil, todo lo que el mar tomaba lo devolvía.


Agotado, el joven tomó su corazón en sus manos, y aceptó el mar de recuerdos que lo inundaba de nuevo, se puso de rodillas, y se recostó sobre la arena, su mirada fija en el apacible cielo rosa que se extendía sobre el océano, no encontró mayor remedio que volver a meter su corazón dentro de su pecho. Una lágrima se escapó de sus ojos. Así permaneció el joven, mirada fija en el cielo, lágrimas recorriendo su rostro, y en sus oídos, aquella vieja melodía que recordaba desde su infancia, el romper de las olas, una agridulce armonía, viejas canciones para amantes con el corazón roto.

Fin.

Si quieren más historias cortas como esta, dejen un comentario en la parte de abajo. Siempre escribo escuchando música, voy a estar compartiendo mis playlists aquí, así es que les dejo la playlist con la que escribí esta historia corta: https://open.spotify.com/user/isalemus/playlist/5xkjVtSLhbNPMjgzRBwltH 

Y como siempre, si les gusta lo que leen, no olviden suscribirse al blog, también pueden seguirme por twitter en @Isaiaslemus

domingo, 1 de abril de 2018

TODOS LOS DÍAS CONTIGO -CUENTO CORTO-



TODOS LOS DÍAS CONTIGO
POR ISAÍAS LEMUS ALDANA

PARA ANA

PRIMERA NOCHE

Estaba sentado en el mismo lugar de siempre, como cada jueves por la noche, el humo de cigarro inundaba la habitación dándole textura a la tenue luz que salía de la triste lámpara que descansaba sobre mi cabeza. Mi cigarrillo se consumía en el cenicero cuando iba en la tercer cerveza, era una cálida noche de marzo, pronto tendría que abandonar mis chamarras de cuero, pero esta noche todavía aguantaba.

El bar apestaba a cerveza y mezcal derramado, mientras una canción de rock ochentera tocaba en la rockola. Este era un lugar para gente indecente, esposos infieles y mujeres de mala fama ahogando sus pecados en alcohol, pero entre esta multitud una figura sobresalía del resto, como una pieza mal puesta en un rompecabezas, ella, la mujer por la cual todos los jueves por la noche visitaba aquel lugar desde hace un año. Aquella dama, siempre arreglada y elegante, su vestimenta era humilde, pero su porte la distinguía del resto, una mujer de tez blanca y cabello corto y negro, entre su negra cabellera se asomaban ligeros mechones blancos, testigos de su edad, vestía una chamarra café y una blusa rojo brillante. Bebía una copa de vino tinto, siempre se sentaba en el taburete que da al callejón de afuera, su mirada fija en la ventana, sus ojos color miel absortos en aquel callejón sucio y lleno de basura. Sin embargo, siempre que el reloj marcaba las doce, la mujer salía cual cenicienta hacia la noche.

Desde el momento en qué la vi siempre había estado fascinado con ella, o, mejor dicho, con la historia detrás de ella, ¿Qué traería a una mujer de ese porte a este bar de mala muerte? Sin embargo, y a pesar de mis múltiples intentos de envalentonarme con todo el alcohol del mundo no había podido acercarme a ella. Hasta aquella, la primera noche del primer jueves de marzo, cuando ya no vería la vida de la misma manera.

Pues verán, aquella noche seguí a la mujer cuando había terminado su copa de vino tinto y el reloj marcó la medianoche. Como siempre, pagó dejando una generosa propina, se despidió de la mesera y salió hacia la calle. Señalé a la mesera, pagué la cuenta y seguí a aquella dama hacia la oscuridad de la noche, para mi sorpresa, la mujer se dirigía hacia el callejón que está a un lado del bar. Tomé mis precauciones para no ser descubierto, pero la verdad es que ni siquiera sabía lo que hacía, no quería asustarla, y tampoco sabía que era lo que haría una vez ella llegara a su destino, quizá era el alcohol en mi sangre que me impedía pensar con claridad, pero la seguí, tratando de ser lo más discreto posible. Casi al fondo del callejón, la mujer se detuvo, y volteó a su alrededor, me escondí detrás de un bote de basura para no ser descubierto, pasaron alrededor de cinco segundos cuando no aguanté la curiosidad y levanté mi borracho ser, la mujer ahí estaba viendo la luna, todavía no sé porqué, pero sentía que algo me llamaba a acercarme más, lentamente avancé hacia ella, mis pies temblorosos, no se lo que haría si me viera, ¿Qué le diría?, estaba casi a dos metros de ella, podía oler su perfume cuando un haz luz blanca rodeó a la mujer, un perfecto halo blanco rodeándola, y en cuestión de segundos aquella luz también me rodeó a mí, y lo que sucedió a continuación aún tengo problemas para relatar, pues como defines algo que no tiene comparación en este mundo, sin embargo, haré mi mejor esfuerzo. Era como estar dentro de un arcoíris con todos los colores del mundo y aún aquellos que no existen danzando a nuestro alrededor, volteé hacia atrás y el bar ya no estaba ahí, era como si la realidad se desdoblara en un prisma infinito, como si todo existiera al mismo tiempo, y luego nada, una profunda oscuridad nos rodeó, el tipo de oscuridad que se siente, y en medio de la nada apareció una ventana, que daba a un campo verde, y en medio de ese campo verde estaba la mujer, y algo más, alguien más, ahí estaba una pequeña niña, y la mujer jugaba con esta niña, la cargaba y la sostenía entre sus brazos, y le hacía de cosquillas, no podía escuchar una palabra de lo que decían, pero sentí en ese momento, sentí alegría y felicidad, y fue cuando me di cuenta, la niña era su hija, y la mujer a la que había seguido era su madre, y ahí estuvieron en ese campo verde llenas de alegría, y esa misma felicidad me salpicó, sentí una tremenda felicidad que me llevó al borde de las lágrimas, la mujer y la niña habían terminado de jugar, y se acostaron en el pasto a contemplar el cielo, y pude sentir el pasto rozando sus cráneos, y sus pies, el calor del sol y la brisa del viento, y luego nada, la misma oscuridad había regresado, y volteé a mi alrededor, estaba de regreso en aquel sucio callejón al lado del bar, y ahí estaba la mujer, lágrimas recorriendo su rostro, y me volteó a ver.

Ya no tenía en donde esconderme, pues entre el alcohol y aquella experiencia mi mente estaba revuelta. “Ven” me dijo la mujer, y me llevó de la mano de regreso al bar. Me sentó con calma, con el cuidado que se trata a un lesionado. Pidió dos mezcales, y se sentó en frente de mí, y mientras el mundo daba vueltas a mi alrededor ahí permanecía la mujer como el ancla que detiene al universo. “Por tu mirada supongo que acabas de vivir todo lo que pasó.” Dijo la mujer con calma y claridad. Yo simplemente asentí con la cabeza. Recuperé mi aliento, terminé los dos mezcales de un solo trago, recosté mi cabeza por unos minutos, cerrando y abriendo los ojos, tallándolos hasta que dolió, finalmente me compuse. “¿Qué fue todo eso?” pregunté incrédulo. “La verdad es que eso no sabría decírtelo, ¿Alguna vez has tenido un sueño tan vívido que jurabas que era realidad?” De nueva cuenta, yo asentí con la cabeza. “Pues es más o menos  como eso, como un sueño, o como la memoria de un sueño” “Pero, ¿A caso es real?” pregunté. “Tan real como un recuerdo es real, ese momento que viviste es un recuerdo de mi hija, o más bien, el momento de un recuerdo de mi hija…” “Un recuerdo de tu hija, pero, ¿Cómo es posible?” “Eso tampoco lo sé, solo sé que lo es. Verás, todos los jueves por la noche vengo aquí, y después de la medianoche, si salgo a ese callejón y la luna brilla con intensidad, de alguna forma puedo vivir de nuevo ciertos momentos de mi vida.” Trató de explicarme la dama, pero francamente, mi mente estaba tan revuelta que yo más bien estaba concentrado en no vomitar, aquellos mezcales habían probado ser una mala idea. “Entonces, recapitulando, únicamente los jueves, después de la medianoche, si te paras en el punto exacto en ese callejón y está brillando la luna, puedes ver tus memorias.” Pregunté intentando de hacer sentido de la situación. “Sí, pero no solo veo mis memorias, las vivo de nuevo, es volver a vivir ese momento.” “¿Algo así como viajar en el tiempo?” “Sí, pero no puedo cambiar nada de lo que sucede, únicamente vivo de nuevo el momento, lo siento como si volviera a estar ahí, y todo sucede como sucedió, pero es como si estuviera ocurriendo por primera vez.” “Y ¿Puedes elegir que tan atrás puedes volver?” “No, cómo te decía, son momentos bastante específicos de mi vida, todos parecen estar ligados con mi hija, lo más atrás que he ido, fue su nacimiento.” La mujer se detuvo y clavó su mirada en la mesa donde descansaban su codos. “¿Y ya habías llevado a alguien más contigo?” “No, esta es la primera vez, siempre me lo había preguntado, si era únicamente yo quien podía hacerlo, la primera vez que me ocurrió creí que me había vuelto loca, y como ya te diste cuenta no es nada fácil de explicar a alguien más, entonces se siente bien tener a alguien con quien platicar sobre esto. Dime, ¿Qué fue lo que sentiste?” “No sé siquiera por donde empezar, era como salir de esta realidad, estaba viéndote a ti y a tu hija detrás de una ventana, no podía escuchar nada, pero pude sentir todo…” Y fue en este momento, cuando las lágrimas me volvieron a los ojos, al recordar lo que acababa de vivir. “…fue abrumador.” Concluí. Y así seguimos platicando el resto de la noche, tuve que explicarle porque la había seguido a la mitad de la noche a un callejón detrás de un bar de mala muerte, lo cual fue tan incómodo como suena, pero la experiencia nos había unido, por lo que pasó por alto lo creepy que era esa situación. Le expliqué que era o soy un escritor amateur, y que ella me parecía fascinante y con justa razón, finalmente llegamos a un acuerdo, yo podía acompañarla todos los jueves por la noche durante el mes de marzo, y narraría todo lo que sucediera, algo así como una memoria de sus memorias, el trato era irresistible para mí, aceptaría cualquier oferta con tal de tener la oportunidad de volver a experimentar eso.

SEGUNDA NOCHE

A la siguiente semana ahí estaba la dama bebiendo su copa de vino tinto viendo la ventana que da al callejón. Me senté en frente de ella, pedí una cerveza, charlamos un rato sobre su hija, para entender más el contexto de su vida, pero la mujer era reservada, no revelaba mucha información, cada pregunta casi siempre la respondía con un frío “Ya lo vivirás.” También le pregunté si tenía una idea de a dónde nos llevaría la luna esta noche, y ella me contestó que no, el proceso era puramente aleatorio, la única constante era su hija. Salimos al callejón, nos paramos en el mismo lugar, allí estaba la luna y en instantes ahí estaba la ventana de nuevo, en esta ocasión hacía frío, era una noche de invierno y la mujer esperaba a fuera de su casa, se le veía preocupada, no dejaba de ver su reloj, hasta que unas luces aparecieron en el camino, un viejo Tsuru tinto se estacionó en frente de la casa, las puertas se abrieron y se bajó su hija, quien era ya una adolescente, y venía acompañada de un hombre, el hombre la venía cargando, la hija estaba ten ebria que no podía caminar, yo podía sentir el enojo de su madre, la ira en contra de este hombre anónimo y la misma rabia en contra de su hija. La recibió en brazos y la llevó dentro de su casa, todo se sentía diferente, ya no estaba el calor de la vez anterior, ahora solo había enojo y confusión. La mamá llevó a su hija al baño y ella vomitó, pude sentir el caliente olor del vómito, impregnado a cerveza y tequila, un olor que me era, por desgracia, bastante familiar. Y mientras la mamá sostenía la cabeza de su hija sobre el inodoro y ella vaciaba sus entrañas dentro de este, pude sentir algo más, el enojo se disipaba dando paso a empatía, y cariño. Una vez que la hija había terminado de vomitar, su mamá la llevó en brazos a su habitación, la recostó de lado, le puso una almohada en la espalda para que no girara y le dejó una cubeta, por si tenía que vomitar de nuevo, y dentro del enojo y la ira, y la compasión y el cariño surgieron más emociones, muchas de ellas cuyos nombres ignoro, y todas esas emociones se cruzaron y giraron alrededor de la cabeza de esta madre cansada que por fin regresaba a su cama tranquila, pero con un terrible nudo en el estómago.

Y de nuevo estábamos de regreso en el callejón, esta vez me tuve que sentar, las emociones habían sido demasiadas, y en muy poco tiempo. “¿Estás bien?” la mujer me preguntó con sincera preocupación “Sí, estoy bien, ¿Esto cuando fue?” “Lo que acabas de vivir fue una parte de la adolescencia de mi hija, como ya pudiste darte cuenta, no fue nada fácil, mi esposo, su papá nos abandonó y fueron años muy difíciles para ella, y para mí, siempre la amé, pero te lo juro que había días cuando… días dónde preferiría estar sola.”

TERCERA NOCHE

Era el tercer jueves de marzo, el clima ya me había obligado a dejar mis chamarras de cuero en casa, traía una guayabera verde, y unos jeans, entré al bar y ahí estaba la mujer entre los borrachos de siempre, junto a la misma ventana. Pedí mi habitual cerveza, y la mujer su copa de vino tinto, platicamos tanto que apenas y le dimos tragos a nuestras bebidas, la dama estaba más platicadora que nunca, me contó un poco de su ex marido, así como de su vida, era una contadora, trabajaba para una firma importante, con muchos clientes cuyos apellidos necesitas un diccionario para pronunciar de manera adecuada. El reloj marcó la medianoche y religiosamente salimos a aquel callejón sucio y lleno de basura, pero que ahora me resultaba completamente fascinante. Nos paramos en el mismo lugar de siempre, de nuevo ahí estaba la ventana, ahora había una mesa en medio de un jardín verde, un olor a humo que emanaba de las velas recién apagadas que estaban sobre un pastel de cumpleaños de glaseado blanco con rosa, y de nueva cuenta ahí estaba la mujer en medio de una decena de niños y padres de familia que parecían conversar sobre cosas triviales, también ahí estaba su hija quien acababa de apagar a las velas, los niños reían y corrían alrededor de la mesa, su hija se veía tan feliz, y su mamá también lo estaba, lo pude sentir, así como un profundo orgullo, al ver a su hija como crecía frente a sus ojos, pronto terminaría de ser esa inocente niña que ríe y juega a las traes y se convertiría en aquella adolescente que tantos dolores de cabeza le provocaría, sin embargo en este instante su hija era feliz con un pequeño pedazo de pastel de vainilla con glaseado, y todo tenía sentido en el mundo, la mujer se acercó a su hija y la levantó en brazos, pude sentir su peso sobre los míos, así como el calor de su cuerpo, y la mujer acercó su cara a la de su hija y le plantó un beso en la frente, y de nuevo oscuridad y la fría realidad del callejón, volteé a ver a la mujer quien estaba hecha un llanto, me acerqué a ella y se recargó sobre mi pecho y lloró con fuerza, al punto en que sus lágrimas humedecieron mi camisa, y creí entender el porqué de su tristeza, y así estuvimos un buen rato, ella llorando, yo con mis brazos a su alrededor, y la luna sobre nosotros.

CUARTA NOCHE

Esa vez decidí arreglarme más de lo habitual, me puse una buena camisa, me peiné y hasta loción me puse. Era una noche especial, pues era la última noche en la que iba a acompañar a la mujer por sus recuerdos, ese era el trato, todos los jueves durante el mes de marzo le haría compañía, y este era el último del mes, después de esta noche nuestro trato llegaría a su fin y podría escribir sobre todo lo que había vivido con ella. Francamente estaba nervioso, el mundo ya me era diferente, me costaba discernir entre lo que había vivido personalmente y lo que había vivido a través de la mujer, mi realidad era otra, y hasta la luna era distinta. Con dedos temblorosos abrí la puerta del bar, el familiar olor a cigarro, cerveza y mezcal derramado me pegó en la nariz e inundó mis pulmones, un hombre borracho cantaba a gritos aquella vieja canción que sonaba en la rockola, mientras sus acompañantes se reían de él y otros más se unían a su canto. Y como siempre, ahí estaba la mujer, copa de vino tinto en mano, mirada perdida en la ventana. El mundo parecía moverse en cámara lenta mientras me acercaba a ella, tomé asiento, su mirada se encontró con la mía y sonrió, francamente no recuerdo de lo que hablamos, nuestras bocas se movían, pero no recuerdo sonido alguno, finalmente sonó el reloj, era hora. Caminamos hasta el callejón, volteamos nuestra mirada al cielo, ahí estaba la luna llena brillando radiante, la única testigo de nuestras aventuras a través del tiempo. El halo de luz apareció resplandeciente, y el mundo dejó de ser el mundo y se convirtió en mil mundos más, dónde todo lo que existió y existirá fluía a nuestro alrededor como un río eterno que empieza y termina al mismo tiempo, y de nuevo aquella familiar oscuridad, que se dobló y dio paso a la luz, un luz blanca que brillaba en un cuarto blanco, ahí estaba la mujer, de rodillas en frente de una cama blanca, rodeada de hombres también vestidos de blanco. Los hombres salieron del cuarto uno a uno, y sólo quedó la mujer de rodillas frente a la cama, y sobre esa cama estaba su hija, rodeada de tubos que se insertaban en todo su cuerpo, y solo había frialdad en aquel lugar, lleno de máquinas y aparatos de apariencia siniestra. La mujer sostenía las manos de su hija junto a las suyas, estaban frías, heladas, y la hija volteó su rostro hacia el de su madre, había miedo en sus ojos, el tipo de miedo que un padre no quiere ver nunca en los ojos de sus hijos, y su hija puso su otra mano sobre la de su madre, y su madre besó su mano y la puso contra su mejilla. La madre habló palabras que no pude entender y los ojos de su hija se llenaron de lágrimas, y la hija también habló, una sola palabra fue lo que pronunció, y su madre irrumpió en llanto, y se llevó de nuevo su mano contra su mejilla y sus labios, y yo no me di cuenta, pero también estaba llorando, sentí impotencia y rabia, y después de todo un increíble vacío, mientras el poco calor de la mano de su hija abandonaba su cuerpo y la luz del mismo mundo parecía extinguirse, de nuevo oscuridad.

Y ahora estábamos en el callejón, sólo que esta vez era yo quien rompió en llanto, un mar incontrolable de lágrimas fluyó por mi rostro junto con un terrible grito de impotencia, lloré sin consolación en el regazo de la mujer quien me sostuvo entre sus brazos, la impotencia, desesperación, rabia y finalmente aquel terrible vacío, se habían apoderado de mi corazón. Cesaron mis lágrimas después de un largo rato, y ahí estaba la mujer, sus ojos llorosos, pero tranquila. “Ese fue el día en que mi hija murió.” Dijo en un susurro. “Pero no entiendo, ¿Por qué te haces esto a ti misma? ¿Por qué volver a sufrir? ¿Porqué volver a vivir el dolor?” “A mí también me tomó mucho tiempo comprenderlo, y creo que todavía no lo hago, no en su totalidad. Al principio estaba feliz con solo verla de nuevo, pero después entendí porqué me pasó esto a mí, porqué fui elegida para vivir de nuevo la vida de mi hija, pues verás, para ella todo esto está pasando, y todos los días sufre, y todos los días ama y ríe, y todos los días necesita de su madre, necesita saber que siempre estoy con ella.” Me miró fijamente a los ojos, y pudo ver que yo no entendía. “Descuida…” me dijo con calma y en paz “…es hora de que esto también llegue a su fin, la enfermedad de mi hija, resulta que es hereditaria, la obtuvo de mí…” dijo con lágrimas en los ojos y un voz quebradiza “… es una enfermedad bastante rara puedes vivir toda una vida con ella sin que se manifieste…” suspiró “…y el mes pasado la mía empezó a hacerlo, mi doctor me dio una expectativa de vida de un mes, esa noche fue cuando te conocí.” En ese instante me quedé en shock, todavía no podía procesar lo que acababa de vivir, y ahora me enteraba que esta mujer con la que había compartido tanto estaba por morir. “¿Eres un hombre religioso?” me preguntó, “No.” Le contesté. “Es curioso como funciona el tiempo, ¿No lo crees?, para nosotros es una cosa, y luego vives algo como esto y resulta ser algo completamente distinto, siempre creí que era como un río, eventos que suceden en orden, fluyendo cuesta abajo, y ahora ya no estoy tan segura de eso…” la mujer contempló la luna, y esta se reflejó en sus ojos color miel “… en fin, me gustó compartir estos momento contigo, pero me gustaría pedirte un último favor” “Claro.” “Cuando cuentes lo que pasó, por favor relata todo tal cual lo viviste.”


Y, gracias a eso, es que estoy aquí ante ustedes, contándoles este fantástico relato de las últimas noches en el mundo de una mujer que tuve el honor de conocer, y de la vida que decidió compartir con este pobre borracho. Aún no logro entender lo que todo esto significa, y las imágenes de aquella última noche aún están conmigo, junto con aquel vacío que las acompaña, pero siempre que se hace presente, aquel terrible vacío, me acuerdo de las últimas palabras que le dijo la hija a su madre, aunque nunca pude escuchar nada, sí pude sentirlas, pues mientras la enfermedad se comía su mente y la vida se le escapaba, la hija, haciendo uso de todas sus fuerzas logró decirle a su madre una sola cosa: Gracias.


Y como siempre, si les gusta lo que leen, no olviden suscribirse al blog, darle like a la página de Facebook (Aquí), y también pueden seguirme por twitter en @isaiaslemus 

domingo, 4 de marzo de 2018

ESTILO COMO SUSTANCIA: PUNTO DE VISTA: CASO 1: BABY DRIVER



Es común escuchar frases cuando describen a algunas películas como películas con estilo, pero sin sustancia, y si ustedes son como yo cada vez es más frustrante escuchar esa trillada frase, pues en el cine, como cualquier forma de arte, el estilo es sustancia. Es por eso que este análisis, que forma parte de un indeterminado (al menos por el momento) número de estudios de películas con los cuales pretendo demostrar como precisamente el estilo sí es sustancia, en el arte la forma es fondo, y para tales efectos no hay mejor forma de iniciar con Baby Driver, la más reciente película del director británico Edgar Wright.

Pero antes de iniciar con el análisis de la película en sí, me gustaría ilustrar brevemente como en el arte, el estilo es sustancia. Por ejemplo, imagínense que Van Gogh y Picasso tienen que hacer una pintura sobre un florero, aunque el objeto es el mismo, el resultado sería completamente distinto, en este caso no importa el objeto de la pintura, es decir lo que es (un florero), sino como es de lo que es: los colores, la pigmentación, los trazos, la técnica, la estructura, y todos los elementos que componen una pintura. Sin embargo, actualmente parecemos juzgar a las películas exclusivamente sobre su trama (lo que es), y no sobre el arte que compone a esa película (como es de lo que es): los movimientos de cámara, la composición de las tomas, el bloqueo de la escena, la elección de lentes, el uso del color, la edición, etc. Creo que esto se debe en gran medida a las películas que consumimos, las cuales en su mayoría son películas comerciales, que finalmente son más producto que arte, pero sobretodo creo que la culpa principal la tienen los críticos y comentaristas de cine, quienes con una mayor frecuencia discuten una película exclusivamente en términos de su trama, dejando fuera el resto de atributos que conforman a una película. Sin embargo, creo que es vital, como alguien que en realidad disfruta mucho del cine, defender o al menos ilustrar estos atributos que conforman una gran película y que distinguen al cine del resto de formas de arte, es decir, el uso de técnicas cinemáticas para contar una historia.


Como mencionaba al inicio, el primer caso de estudio en este grupo de análisis es la película de Edgar Wright, Baby Driver,  el enfoque de este análisis será primordialmente sobre el punto de vista de la película. Por lo general toda película tiene un punto de vista por medio del cual nosotros percibimos el mundo de la historia que está siendo contada, si una película no tiene un punto de vista bien definido, lo más probable es que la narrativa de la misma sea tonalmente inconsistente. Baby Driver es uno de los mejores ejemplos para hacer esto, pues rara vez rompe su punto de vista (es decir, en muy pocas ocasiones percibimos el mundo por medio de una persona diferente al protagonista), y el punto de vista afecta directamente el estilo, y por ende el fondo de la película.

La película del director de la fenomenal Trilogía Cornetto, trata sobre Baby (Ansel Elgort) un joven chofer de fuga que necesita escuchar música todo el tiempo para "ahogar" el constante zumbido que tiene en sus oídos, derivado de un accidente vehicular que sufrió en la infancia. 


En Baby Driver percibimos el mundo a través de los ojos, y mucho más importante, por medio de los oídos de Baby. Mientras no hay imágenes en pantalla lo primero que percibimos es un ligero zumbido, desde ese momento la película nos adentra al punto de vista de Baby, como no hay música aún, escuchamos lo que él escucha, un molesto zumbido. Luego Baby pone en su iPod Bellbottoms de The Jon Spencer Blues Explosion. Mientras la canción suena en sus audífonos vemos el resto de acompañantes en el subaru rojo que maneja Baby, en pocos instantes se vuelve evidente que el propósito de estas personas es robar el banco que está enfrente de ellos. Mientras el robo sucede, nosotros nos quedamos con Baby en el auto, aunque en teoría sería más emocionante ver el robo, el punto de vista de la película está enfocado en Baby, por lo que tiene sentido que nos quedemos con él. Esta secuencia pone en evidencia el punto de vista de la película y nos adentra al mundo de Baby, en el cual, toda acción está sincronizada con la música, para él, la vida no tiene sentido sin música y no puede funcionar sin escuchar constantemente canciones, esto significa no que el mundo en el que vive Baby es así, sino que es así como él lo percibe, es por ello que toda la música es no diegética, esto es, que ésta proviene dentro del mundo de la película, en este caso, el iPod de Baby. Sin embargo, una vez que la trama de la película avanza, parece indicarnos que Baby no escucha música únicamente para "ahogar" el constante zumbido en sus oídos, sino que también la usa para escapar de las actividades criminales de las cuales forma parte. 


Hay múltiples ejemplos de esto a lo largo de la película, pero de momento nos vamos a enfocar en dos de los principales: La secuencia inicial y el segundo robo. En la secuencia inicial, una vez que los acompañantes de Baby inician el robo, la cámara se queda con Baby, y aunque dentro del banco parecen estar ocurriendo sucesos cada vez más violentos Baby está cantando y moviéndose al ritmo de la canción que está escuchando, ignorando los acontecimientos del banco, hasta que un ruido más fuerte, la sirena de una patrulla, llama su atención hacia el banco, aquí el mundo real rompe la ilusión de Baby. 


Esto es aún más evidente en el segundo robo, al igual, una vez que el hecho criminal inicia, Baby físicamente se aparta de la violencia, y la cámara se queda con él, vemos únicamente lo que Baby ve y escuchamos únicamente lo que él oye, y al igual que en la secuencia inicial, Baby tararea la canción mientras se aparta de la violencia, tratando de ignorar la golpiza que le están poniendo al guardia de seguridad.


Esto se une directamente con el tema principal de la película, y con el carácter de Baby, quien por lo general es un chico bueno, cuida de su tutor, y se dedica al crimen no por que quiera, sino porque está obligado a hacerlo, sin embargo, la película implica como Baby, aunque no se identifique con el resto de sus compañeros delincuentes, es también, en cierta medida, responsable de esos crímenes.

Hay dos eventos importantes que afectan drásticamente el mundo de Baby, el primero de ellos es cuando conoce a Debora (Lily James), la inclusión de Debora y la posibilidad de encontrar el amor, abren en su mundo la posibilidad de dejar la vida de crimen que lleva. 


El otro acontecimiento que afecta el mundo de Baby es la inclusión de Bats (un fenomenal Jamie Foxx), a Bats no le agrada Baby, no confía en él, es el completo opuesto de Baby, sabe que es un criminal y lo disfruta. La creciente violencia de los actos de Bats ponen en evidencia la verdadera naturaleza del mundo en el que se desenvuelve Baby, llevando a nuestro protagonista al punto en donde ya no se puede esconder de sus actividades criminales ni de la violencia que esto implica, y lo obliga a confrontarlo directamente.


Esta evolución del personaje de Baby es el punto medular de la película, al inicio de esta Baby tiene una actitud casi infantil al crimen, parece no tener agencia alguna sobre su vida, lo llaman y él va, es así de simple. Sin embargo, cuando conoce a Debora, su deseo de salir del mundo del crimen se vuelve más evidente y empieza a tomar decisiones por su cuenta, abandona su actitud condescendiente hacia el resto del mundo y toma agencia sobre su vida, pasando de ser "un bebé" a un hombre que decide sobre su vida y que finalmente acepta las consecuencias de sus actos, al final Baby termina en prisión asumiendo finalmente la responsabilidad de su complicidad, y saliendo limpio de nuevo, listo para tener la vida que quiere vivir junto con Debora. Esta evolución también la vemos reflejada en el vestuario de Baby, donde su camisa blanca inicial, pasa a ser gris, a casi negra, y al final, una vez que acepta las consecuencias de sus actos y va a prisión, su vestuario es blanco de nuevo.


La música, al informar gran parte del punto de vista de Baby también está meticulosamente seleccionada, y cada canción afecta la escena en la que suena. Por ejemplo, cuando Baby, está a punto de huir con Debora, pero se ve obligado a ir con el resto de la banda a una compra de armas escuchamos Nowhere to Run de Martha Reeves and the Vandellas, adentrándonos en el estado mental de Baby. También tenemos la increíble escena cuando Baby va a recoger a Debora a la cafetería para huir, pero ella ya ha sido encontrada por Buddy (Jon Hamm), aquí escuchamos Never Never Gonna Give Ya Up de Barry White, la cual captura los sentimientos tanto de Buddy como de Baby, Buddy no va a dejar que la muerte de su esposa Darling (Eiza González) salga impune, y Baby quien no abandonará nunca a Debora.


Lo que hace especial a Baby Driver no es su trama, sino su estilo, hay docenas de películas con tramas similares, sin embargo ninguna tiene el mismo estilo, y éste no es una elección al azar, es una elección deliberada que informa el punto de vista de su protagonista y finalmente la esencia de su carácter, y como éste evoluciona a lo largo de la película (al final, Baby ya no necesita escuchar música para funcionar). Es por eso que estas elecciones de "estilo", son en realidad elecciones de fondo, sin ellas, la película no tendría sentido, no tendría sustancia y es por ello que ese es el aspecto más importante de la película.

Finalmente, en este análisis también quería reconocer el trabajo de Edgar Wright, uno de los directores más talentosos trabajando actualmente, alguien que pone una minuciosa atención a cada detalle, y que sobretodo, nunca se olvida de entretener, y que si no hiciera puras películas de "género" hace mucho tiempo ya habría sido reconocido por las grandes ceremonias de premios, (esto parece empezar a cambiar pues Baby Driver le ha concedido a él y a su equipo múltiples premios y varias nominaciones a los premios de la Academia), y finalmente, alguien cuyas películas son de los mejores ejemplos en los cuales se demuestra como en el cine, la forma es fondo, el estilo es la sustancia.

Y como siempre, si les gusta lo que leen, no olviden suscribirse al blog, darle like a la página de Facebook (Aquí), y también pueden seguirme en twitter en @IsaiasLemus.

Título original: Baby Driver.
Dirección: Edgar Wright.
Guión: Edgar Wright.
Elenco: Ansel Elgort, Lily James, Jamie Foxx, Eiza González, Jon Hamm, Kevin Spacey.